«Se anuncia que en octubre de este año arribará a Colombia el cantautor cubano Silvio Rodríguez; para muchas personas, será una noche de música y memoria, de esperanza y belleza, mas en Cali, el lugar elegido para su concierto es la Plaza de Torturas de Cañaveralejo, un espacio que no puede desligarse de su historia ni de su presente: allí, aún hoy, se asesinan animales por entretenimiento y, quienes asisten a cualquier espectáculo en ese recinto todavía casado con la violencia especista, incluso a conciertos, terminan, directa o indirectamente, financiando y legitimando su permanencia.
La belleza no puede florecer sobre la sangre, ni la ternura entre muros de violencia. Silvio Rodríguez, con su guitarra, ha cantado contra dictaduras, guerras, desigualdades y olvidos; ha puesto poesía donde hubo horror. Ojalá esta vez elija también ponerse del lado de quienes sí tienen voz, una muy particular de ellos, pero no lapicero, ni micrófono.»
Supón que alguien tiene una tienda y en ella ofrece y pone a la venta todo tipo de productos. Unos se comercializan más fácil y rápido, otros solo durante ciertas épocas del año y otros, más peculiares aún, en temporadas todavía más limitadas, di tú, 4 días al año.
Algunos son muy rentables: no solo se venden rápido, sino que dejan un gran porcentaje de utilidad y, lo mismo, otros arrojan menos ganancias y algunos inclusive nada (peor: regularmente pérdidas) Cualquiera se preguntaría, ¿y por qué mantienen esos últimos si los ponen en el mercado apenas unos días y, de sobremesa, arrojan pérdidas? ¿qué necesidad?
Respuesta pendiente. Por ahora, extrapolemos el ejercicio a una plaza de tortura de toros, a la plaza de torturas Cañaveralejo de Cali. Pues resulta que esos productos que se venden todo el año y dejan utilidades son los conciertos y espectáculos musicales, y el "cañengo" o encarte que no rinde económicamente son las corridas de toros que se desenvuelven en el marco de la Feria de Cali en diciembre... Y regresa la pregunta, ¿entonces cómo logran realizarlas?, simple, porque con los conciertos durante el año las subsidian o sufragan.
En el mundo del comercio paisa popular hay varios dichos para esa situación: uno es "meterle plata de la buena a la mala" y dos, "sostener un cariño malo" ("cariño malo" como oxímoron que enfrenta el afecto a lo insostenible). Pues bien, esas corridas de diciembre, en términos económicos son como un "cariño malo", no son más que un desagüe por donde se va la plata buena detrás de la mala.
Ahora sí respondamos: porque las mantienen y las oxigenan (a las corridas) con producidos económicos de otros momentos, en virtud a la afición que unos cuantos aún mantienen a la humillación, tortura y asesinato de animales como entretenimiento y que, prevalidos de su poder político y económico, son socios/dueños de la tienda que, como ejemplo, mencionamos al inicio, es decir, de la plaza.
Por fortuna, el Estado intervino y recogiendo el sentir ciudadano que a gritos clamaba
respeto por la vida de esos seres, entró a legislar y prohibió: a partir de julio 22 de 2027, ese
escenario ya no albergará la muerte, lo resignificaremos, lo exorcizaremos, pediremos perdón a
los miles de animales allí asesinados, y volveremos. Entre tanto no, salvo que cesara ya la
inoficiosa muerte que llevan allí, cancelando las temporadas taurinas 2025 y 2026, es decir,
anticipando la obligatoria y moral reconversión cultural del recinto que mandata la, enhorabuena,
Ley 2385 de 2024


Artista Plástico y Visual.
Consultor Académico
Vegano y Activista